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AYUDAS PARA HACER UNA BUENA VISITA Y ADORACIÓN AL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Santísimo

 

Parroquia Inmaculada Concepción

Capilla del Santísimo Sacramento

 

Ayudas para hacer una buena visita y adoración al Santísimo Sacramento

Un momento de silencio y de adoración

 

Pasas del ruido de la calle, de tus preocupaciones que te angustian, y que a veces te hacen daño, a la paz y tranquilidad que te da la presencia de Cristo en a quien vienes a adorar. Él, te ama en su Sagrado Corazón, murió por ti para darte una nueva vida, te alimenta con su Palabra, con su Cuerpo y Sangre para que tengas vida. Por eso, en estos momentos, entra dentro de ti, y prepárate para la contemplación. Entrégale a Dios Padre tus preocupaciones, busca su rostro, y háblale con simplicidad, a través de Cristo, el camino, la verdad y la vida. Siente con alegría que estás en la presencia de Dios Padre, que con Cristo te ofreces a Él, con la fuerza del Espíritu Santo.

 

Puedes comenzar leyendo el salmo 138

 

Todo está presente a los ojos de Dios

 

Señor, tú me sondeas y me conoces;

me conoces cuando me siento o me levanto,

de lejos penetras mis pensamientos;

distingues mi camino y mi descanso

todas mis sendas te son familiares.

 

No ha llegado la palabra a mi lengua,

y ya, Señor, te la sabes toda.

Me envuelves por doquier,

me cubres con tu mano.

Tanto saber me sobrepasa,

es sublime, y no lo abarco.

 

¿A dónde iré lejos de aliento,

a donde escaparé de tu mirada?

Si escalo el cielo allí estás tú;

si me acuesto en el abismo, allí te encuentro;

 

Tú has creado mis entrañas,

me has tejido en el seno materno.

Te doy gracias,

porque me has formado portentosamente,

porque son admirables tus obras;

conocías hasta el fondo mi alma,

no desconocías mis huesos.

 

El pan que baja del cielo

 

Nos enseña Benedicto XVI, en la Exhortación Sacramentum Caritatis, 7:

 

“La primera realidad de la fe eucarística es el misterio mismo de Dios, el amor trinitario. En el dialogo de Jesús con Nicodemo encontramos una expresión iluminadora a este respecto: <Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él> (Jn. 3,16-17). Estas palabras muestran la raíz última del don de Dios. En la Eucaristía, Jesús no da <algo>, sino a sí mismo; ofrece su cuerpo y derrama su sangre. Entrega así toda su vida, manifestando la fuente originaria de este amor divino. Él es el Hijo eterno que el Padre ha entregado por nosotros”.

 

Juan 6, 51-58

 

Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá siempre. El pan que yo doy para la vida del mundo es mi carne.

Los judíos se pusieron a discutir:

- ¿Cómo puede este darnos a comer su carne?

Les contestó Jesús:

Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del Hombre, no tendrán vida en ustedes. Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. Como el Padre me envió vive y yo vivo por el Padre, así quien me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo y no como el que comieron sus padres, y murieron. Quien come este pan vivirá siempre”.

 

1 Corintios 11, 23-26

 

Porque yo recibí del Señor, lo que les transmití: que el Señor, la noche que era entregado, tomó pan, dando gracias lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía. De la misma manera, después de cenar, tomó la copa y dijo: Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre. Cada vez que la beban háganlo en memoria mía. Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor, hasta que vuelva”.

 

Ayudas para la oración

 

La Eucaristía es el sacramento del amor, donde Cristo se entrega por nosotros, como pan vivo bajo del cielo. Nosotros también nos ofrecemos al Padre por medio suyo. Entregamos nuestra vida, nuestras ocupaciones, lo que somos y tenemos.

 

Como bautizados, somos sal de la tierra y luz del mundo, llamados a hacer presente a Cristo donde estamos. Pidamos al Señor que como apóstoles suyos en el mundo, seamos su presencia viva; que como discípulos estemos dispuestos a alimentarnos de su Palabra.

 

Pidamos al Señor, que entre en nuestra vida, de fuerza y vigor a lo que es estéril, para que con su fuerza, podemos dar fruto y permanecer en su amor.

 

Encomendemos al Señor nuestras preocupaciones, nuestros familiares, las personas que nos rodean, los que sufren y nos han pedido sus oraciones.

 

Deja que el Señor te hable, pídele que lo puedas escuchar. Profundiza en el silencio, contempla al Señor.

 

Reza pausadamente el Padre Nuestro.

 

Puedes leer el salmo 23

 

El Señor es mi pastor, nada me falta:

en verdes praderas me hace recostar,

me conduce hacia fuentes tranquilas

y repara mis fuerzas;

me guía por el sendero justo,

por el honor de su nombre.

 

Aunque camine por cañadas oscuras,

nada temo, porque tú vas conmigo:

tu vara y tu cayado me sosiegan.

 

Preparas una mesa ante mí

en frente de mis enemigos;

me unges la cabeza con perfume,

y mi copa rebosa.

 

tu bondad y tu misericordia me acompañan

todos los días de mi vida,

y habitaré en la casa del Señor

por años sin término.